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El festival ribereño Sonorama se “rindie” a Raphael - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Y por fin llegó el día. Desde que saltó la noticia de su presencia en Sonorama Ribera no han dejado de correr ríos de tinta. Los dos entes se han retroalimentado. Seguramente el uno sin el otro no habrían tenido tanta repercusión en los medios como los que han experimentado este año. ¿Quién no se había enterado de que Raphael actuaba en Sonorama? Tanto en radio, televisión, papel impreso y por supuesto en la red, se ha hecho eco de tan extravagante acontecimiento. Lo llamativo era que un artista, clásico entre los clásicos, al que se le atribuye un público mayoritariamente, digamos, muy maduro, pudiese compartir escenario con grupos más o menos emergentes a los que se les atribuye mayoritariamente una audiencia, digamos, también emergente y sobre todo alternativa. Daba la sensación que fueran dos trenes en direcciones opuestas utilizando la misma vía. Como si todo un clásico como el Talgo, de tecnología totalmente española, fuera a medir sus fuerzas o a competir y por tanto a chocar, contra todo un moderno tren de alta velocidad. Y así ha sido. Sin embargo la pericia y la experiencia de los maquinistas han hecho posible el milagro. Y es que lo que se vivió anoche en el escenario Ribera del Duero fue todo un festival. Una verdadera fiesta de la música. Se hizo posible la unión, la fusión y la colaboración de ambas fuerzas. Lo que algunos auguraban que podría ser una catástrofe se convirtió en todo un espectáculo.

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El festival ribereño Sonorama se “rindie” a Raphael

"Esta es una de las noches en la que estoy más orgulloso de ser artista"

Sonorama Ribera 2014
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Sonorama Ribera 2014

Raphael durante el concierto.
Foto: Raúl Martínez.

Sonorama Ribera 2014
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Sonorama Ribera 2014

Raphael durante el concierto.
Foto: Raúl Martínez.

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Y por fin llegó el día. Desde que saltó la noticia de su presencia en Sonorama Ribera no han dejado de correr ríos de tinta. Los dos entes se han retroalimentado. Seguramente el uno sin el otro no habrían tenido tanta repercusión en los medios como los que han experimentado este año. ¿Quién no se había enterado de que Raphael actuaba en Sonorama? Tanto en radio, televisión, papel impreso y por supuesto en la red, se ha hecho eco de tan extravagante acontecimiento. Lo llamativo era que un artista, clásico entre los clásicos, al que se le atribuye un público mayoritariamente, digamos, muy maduro, pudiese compartir escenario con grupos más o menos emergentes a los que se les atribuye mayoritariamente una audiencia, digamos, también emergente y sobre todo alternativa. Daba la sensación que fueran dos trenes en direcciones opuestas utilizando la misma vía. Como si todo un clásico como el Talgo, de tecnología totalmente española, fuera a medir sus fuerzas o a competir y por tanto a chocar, contra todo un moderno tren de alta velocidad. Y así ha sido. Sin embargo la pericia y la experiencia de los maquinistas han hecho posible el milagro. Y es que lo que se vivió anoche en el escenario Ribera del Duero fue todo un festival. Una verdadera fiesta de la música. Se hizo posible la unión, la fusión y la colaboración de ambas fuerzas. Lo que algunos auguraban que podría ser una catástrofe se convirtió en todo un espectáculo.

Abajo, en la campa se vivía la expectación

Había chistes, risas, bromas. Ese “estoy aquí porque ya que he venido, a ver qué pasa”. “Pues a mí sí me gusta, yo he venido por él”. Pero también había una transcendencia. Existía la mezcla, la heterogeneidad, la confluencia de distintas generaciones (seguramente tres o apurando mucho, hasta cuatro), no solo de edad, sino de gustos, estilos y tendencias musicales. No se me ocurren muchos artistas que tengan ese poder de convocatoria. Hubo ediciones anteriores en el que se programaba el primer día de festival como jornada de puertas abiertas y la entrada era libre. La intención era fomentar un Sonorama familiar, donde los nietos y los abuelos también se podrían dar un paseo por el recinto y engancharse a esto de la música. Y ya se sabe, en este país si algo es gratis… Pero en esta ocasión, no era una jornada de puertas abiertas. Era un día normal. De esos de si quieres cultura y disfrutar de un espectáculo has de promocionarlo y colaborar dando tu aportación pasando por taquilla. Y lo hicieron. El lleno era absoluto, el más multitudinario en la historia de Sonorama de largo. Era llamativo ver en el foso tanto fotógrafo dónde no cabía un objetivo más y dónde por supuesto sólo había un objetivo: Raphael. No hizo falta poner en las primeras filas sillas de madera para los jubilados como algunos graciosillos pronosticaban. Y por mucho que hubiera mofas, el personal estaba predispuesto a la fiesta y a pasárselo bien desde el primer momento. Era el acontecimiento más reseñable de esta edición y había que estar ahí.

¿Cómo se valora algo así?

Lo que se convierte en infinito es la cantidad de detalles para resaltar y el problema es por dónde empezar. El sonido, la música, la voz, los movimientos, los gestos, la actuación, la interpretación, (que en él son dos rasgos diferentes aunque a muchos hasta ahora nos parecía lo mismo), las poses, la imagen, la provocación, la implicación, la iluminación… en definitiva todo un repertorio de pormenores que evidencia una sola cosa, que es único. Eso le convierte en una bendición para el espectáculo. Es vistoso, atractivo para la contemplación. Un foco le persigue toda la noche y no le pierde la cara ni un solo instante. Sus movimientos se ensalzan con pausas para dar tiempo a la observación. Es como el buen vino que se paladea en la boca durante unos segundos para detectar y disfrutar todos sus aromas y sensaciones.

Un espectaculo con sorpresas

La primera de ellas seguramente fue su set list. Se podía esperar un concierto más adecuado a las circunstancias. Más “pachangueo”. En el que el público corease cada una de sus canciones tirando de viejas glorias y que fuesen conocidas por todos los públicos. Pero sorprendió con una selección muy personal. No hubo El tamborilero, ni Yo soy aquel, ni Aquarius, ni In the gheto. Se podría haber esperado que Mi gran noche, fuera la primera o la despedida. Pero no, la incluyó la segunda como para pasarla de soslayo, como una más. Se esperaban colaboraciones y las hubo. Allí salieron Juan Alberto Martínez, Vega y Alberto Jiménez, de Miss Caffeina. Hasta aquí todo correcto, pero no fueron del todo las pronosticadas, ya que a Alberto Martínez de Niños Mutantes se le adjudicaba Cómo yo te amo, de la que tienen una versión, sin embargo la elegida fue Estuve enamorado. Pero para versiones la que él realizó de Gracias a la vida, de Chavela Vargas, a la que catalogó ser de sus canciones favoritas por motivos obvios. Con estas pequeñas tretas Raphael demuestra por un lado que tienen un listado de canciones interminables, que cada concierto nuevo es diferente al anterior y que como es el más independiente hace lo que él quiere, sin influencias ni presiones de ningún tipo. Podría haber sido Escándalo pero la que se llevó la palma en los coros de la gente fue Cómo yo te amo que arrasó cual tsunami en todas las gargantas. Lo que no faltó nunca en las caras del personal fue una amplia sonrisa demostrando que estaban disfrutando de cada detalle. El momento más cañero se lo llevó La canción del trabajo y el más sorprendente por lo inesperado fue con Frente al espejo. Salió sentado detrás de un cristal que terminó destrozando tras lanzarle la silla en la que estaba sentado dejándonos a todos ojipláticos.

Arriba, sobre el escenario, se presenció a todo un profesional. Se evidenciaba a un trabajador incansable que se debe a su trabajo y que no ha dejado nada al azar y no deja suelto ni el más mínimo detalle. Que a pesar de su edad y de su no tan vigorizante salud, lo daba todo a cada momento. Es el primer artista que desde la organización del Sonorama se le programa más de una hora de actuación y que terminó sobrepasando la hora y media. Esa expensa demostró tener su razón de ser. Supo compartir su espacio y su espectáculo con aquellos que le admiran y que se han atrevido en algún momento de sus carreras a realizar alguna versión de sus canciones. Estos gestos fueron el pegamento ideal para unir y juntar aquello que parecía irreconciliable. El Talgo con el AVE. Lo clásico con lo alternativo. Lo cómico y lo dramático. La prosa y el verso. Dominó los tiempos. Manejó al público. Lo implicó y lo devoró. Calló la boca a los escépticos y abrió los ojos a más de un ciego que se creía con poderes de supervisión.

El jueves fue mucho más que Raphael.

El día había empezado con los clásicos y cada vez más atrayentes conciertos matutinos y gratuitos que fomentan que los “sonorámicos” se acerquen al pueblo e invadan sus calles. Con el atractivo que desprende el escenario de la Plaza del Trigo se convierte en el reclamo perfecto para que una marea de personas inunde el centro de la villa. Consumiendo no sólo música sino lo otros atractivos que ofrece este festival centralizados principalmente en el vino, sus bodegas y el lechazo.

Sonorama Ribera dedica su primer día de conciertos de la codiciada Plaza del Trigo al 25 aniversario de Subterfuge Records y como embajadores de esta casa discográfica, los encargados de iniciar esta andadura fueron por un lado The Bright, en la plaza del Trigo, grupo que hace dos años hizo lo propio en el autobús Red Bull y que este año a los que les tocó subirse a ese toro era a BestLife. Esperemos sea premonitorio y veamos a estos gallegos en próximas ediciones en otros escenarios más representativos. Su música lo merece. Los otros dos afortunados para actuar en la plaza del Trigo, también representantes de Subterfuge, fueron el vallisoletano Bravo Fisher y Joe la Reina. El de pucela puso el ritmo, el pop electrónico y el baile. Los donostiarras afincados en Pamplona pusieron la voz grave, la reflexión y el estremecimiento. Aunque su música no está diseñada para vitorear coros y dar saltos, más propios de esta plaza, Joe la Reina supo sorprender con su primer álbum Bailamos por miedo, lleno de letras trabajadas, con un folk puro y muy personal.

Algunas bandas merecieron mejor horario

La tarde empezaba con dos pedazos de actuaciones que sorprenden por su ubicación horaria, pero con tanto artista de calidad es complicado dar buena respuesta a todos los gustos. La Maravillosa Orquesta del Alcohol, La M.O.D.A. irrumpía a las siete de la tarde, y como preparados para recibir al apasionado sol que reinaba en todo lo alto, salieron con su indumentaria reglamentaria de camisetas blancas sin mangas. Era su tercera participación en el festival y demasiado poco a poco para mi gusto, van subiendo escaños. Comenzaron en una carpa arrinconada y apartada en 2011. Al año siguiente asombraron en la Plaza del Trigo y este año se merecían como mínimo mejor horario y seguramente también escenario Ribera del Duero. Posiblemente es el grupo que más espectadores ha logrado concentrar a esas horas de la tarde. Se centraron principalmente en temas de su casi recién estrenado disco en castellano, ¿Quién nos va a salvar?, pero también recordaron temas de sus inicios cuando lo hacían en inglés. Su música folk, animada y vivaz como siempre, unida a su descaro, provocación y atrevimiento no permite un segundo de aburrimiento e incita a la diversión. Al final el público acabó vitoreando ¡¡Este grupo es cabeza de cartel! Se hizo demasiado corto pero lo disfrutamos mucho.

Otro que sufrió los mismos inconvenientes del reparto de horarios y que siguió la estela ya experimentada por sus compatriotas The Gift, fue el portugués David Fonseca, más llamado a grandes actuaciones con la noche más cerrada y merecedor de mayor audiencia. Uno de los mejores conciertos del día y posiblemente de toda la edición. Este extraordinario compositor y multi-instumentista dio todo un recital de maestría interpretativa. Con canciones equilibradas y compensadas donde todos los instrumentos tienen su razón y su peso. Melodías pegadizas y atractivas que nos hicieron sucumbir a sus encantos. Con Stop 4 a minute, se bajó del escenario y se puso a tocar la guitarra entre el público. También sorprendió con la versión Killed radio star de The Buggles, que interpretó con un antiguo teléfono que usó de micrófono para distorsionar su voz. Otro que supo a muy poco.

La noche tuvo otras y variadas emociones.

Hacia las nueve saltaba Niños Mutantes, traía bajo el brazo su excelente nuevo trabajo, El Futuro, y lo convirtieron en un presente más que prometedor. Aprovecharon la ocasión para ensalzar y denominar a Sonorama junto con el Contempopránea los más auténticos festivales y les desearon un largo futuro. Con canciones como Robot , Hermana mía, Todo va a cambiar y sobre todo, con el tema que ya se ha convertido en todo un himno, Errante, parece que por fin han encontrado un hueco en los cajones más altos del pódium y que a pesar de los años que les preceden este parecer ser el suyo. ¡Enhorabuena!

Cerca de la una de la madrugada le tocaba el turno a Iván Ferreiro, viejo conocido por estos escenarios pero se solapaba en le carpa Future Stars con Anaut, una banda madrileña con unos ritmos que darán que hablar en un futuro y que demostraron gran profesionalidad ofreciendo una brillante actuación sacando un magnífico rendimiento a los medios y circunstancias que ofrece este escenario. Tanto es así que a base de que el público solicitó insistentemente otra, ésta fue concedida. Otros reseñables que pasaron por este techo, fueron los salmantinos Baden Bah! y el canadiense Jay Malinowski que aunque se solapaban con David Fonseca y Niños Mutantes respectivamente, sí pudimos echarles un breve vistazo y de lo que nos alegramos poder haberlo hecho porque lo poco que llegamos a ver nos dejó una gratísima impresión. Fantásticos, los dos. Gustosa sorpresa entre tanto tránsito, fue encontrarnos con la carpa del Arte “Meetinarts” que en ese momento correspondía animar y lo hacía magistralmente bien, Dj Filo, que a pesar de la competencia de los escenarios supo mantener a un nutrido público, que abarrotaba la carpa, entretenido y rendido a sus pies.

Al fin, había llegado y ya había pasado el tan esperado día, emocionante para unos, sorprendente para otros pero seguro que decepcionante para ninguno.

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