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Friedrich Torberg, memoria y diáspora - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

En 1920 Franz Werfel publicó un relato de rebelión filial: El culpable es la víctima, no el asesino, en el que un joven asesinaba a su tiránico padre. Esta novela corta iba más allá de las tensiones que universalmente son propias de la adolescencia, y de hecho, independientemente de los valores literarios que pueda tener esta obra expresionista, lo sustantivo en ella es quizá la fecha de su creación. Sucede que el hundimiento de los imperios centroeuropeos (las así llamadas “potencias centrales”), tras su derrota en la Gran Guerra, dio lugar entre otras cosas a la proliferación en la literatura en lengua alemana de multitud de libros acerca del conflicto entre padres e hijos, y más ampliamente acerca del desencuentro generacional entonces en desarrollo y del que se nutrirían los extremismos políticos, sobre todo los de derecha. El libro de Werfel se inscribía en una corriente de la que participaba Parricidio, de Arnolt Bronnen, obra teatral que se publicó el mismo año que la de Werfel y que se estrenó en 1922, dando lugar con ello a una relación de amistad y de colaboración literaria entre su autor y Bertolt Brecht. Los libros, por otra parte, dedicados al suicidio de aquellos jóvenes que no creían ya en sus mayores y cuyo horizonte eran el desempleo y la crisis permanente dieron lugar incluso a un género propio: el Schülerselbstmord, protagonizado generalmente por estudiantes de institutos de secundaria. El tema pervivió hasta la década siguiente, alcanzando su culminación en el Fabian de la novela homónima de Erich Kästner y luego, integrado en un argumento más amplio, en uno de los personajes de Los hermanos Oppermann, de Lion Feuchtwanger.

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Friedrich Torberg, memoria y diáspora

Una introducción a la obra del autor austríaco a través de dos de sus libros

La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas
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La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas

Portada de la novela de Friedrich Torberg.

Mía es la venganza
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Mía es la venganza

Portada de la novela de Friedrich Torberg.

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José Ramón Martín Largo – La República Cultural

En 1920 Franz Werfel publicó un relato de rebelión filial: El culpable es la víctima, no el asesino, en el que un joven asesinaba a su tiránico padre. Esta novela corta iba más allá de las tensiones que universalmente son propias de la adolescencia, y de hecho, independientemente de los valores literarios que pueda tener esta obra expresionista, lo sustantivo en ella es quizá la fecha de su creación. Sucede que el hundimiento de los imperios centroeuropeos (las así llamadas “potencias centrales”), tras su derrota en la Gran Guerra, dio lugar entre otras cosas a la proliferación en la literatura en lengua alemana de multitud de libros acerca del conflicto entre padres e hijos, y más ampliamente acerca del desencuentro generacional entonces en desarrollo y del que se nutrirían los extremismos políticos, sobre todo los de derecha. El libro de Werfel se inscribía en una corriente de la que participaba Parricidio, de Arnolt Bronnen, obra teatral que se publicó el mismo año que la de Werfel y que se estrenó en 1922, dando lugar con ello a una relación de amistad y de colaboración literaria entre su autor y Bertolt Brecht. Los libros, por otra parte, dedicados al suicidio de aquellos jóvenes que no creían ya en sus mayores y cuyo horizonte eran el desempleo y la crisis permanente dieron lugar incluso a un género propio: el Schülerselbstmord, protagonizado generalmente por estudiantes de institutos de secundaria. El tema pervivió hasta la década siguiente, alcanzando su culminación en el Fabian de la novela homónima de Erich Kästner y luego, integrado en un argumento más amplio, en uno de los personajes de Los hermanos Oppermann, de Lion Feuchtwanger.

A principios de 1929, Friedrich Torberg publicó una de esas novelas de suicidio juvenil, a la que acompañaba una lacónica introducción en la que el autor informaba de que en una sola semana (del 27 de enero al 3 de febrero de 1929) había leído en los periódicos la noticia de diez suicidios. La obra, que era la primera novela de este autor de poco más de veinte años, se llamaba Der Schüler Gerber (El estudiante Gerber), y de inmediato le lanzó a la fama.

La novela, que nunca se ha traducido al castellano, cuenta la historia de Kurt Gerber, un estudiante superdotado de bachillerato, que es oprimido y acosado por su profesor de matemáticas. Éste pertenece al disciplinado mundo imperial que en realidad ya no existe, mientras que el estudiante Gerber forma parte de una generación dividida entre la libertad de costumbres de ese breve período de entreguerras y la añoranza del autoritarismo en que se la quiere educar. La narración dejó huella en la cultura alemana, y en 1981, dos años después de la muerte del autor, Wolfgang Glück dirigió su versión cinematográfica.

Torberg nació en una familia judía de Viena, aunque originaria de Bohemia. Cuando estudiaba en el instituto se unió al equipo de waterpolo de un club deportivo judío, y después a otro de fútbol. En 1921 su padre, alto ejecutivo en una fábrica de licores, fue ascendido, por lo que la familia se trasladó a Praga. Esto fue un trauma para el pequeño Friedrich, que sufrió mucho a causa del sistema escolar praguense, el cual no se había modificado después de la guerra, a diferencia del de Viena, donde se había aplicado una reforma escolar de carácter liberal. En la capital checa vivió Torberg las experiencias de las que se serviría en su novela El estudiante Gerber. Más tarde empieza a trabajar como periodista deportivo y crítico teatral en el Prager Tageblatt. En los cafés de Praga hace amistad con Egon Erwin Kisch, Ernst Toller, Joseph Roth, Herman Broch, Robert Musil y el mencionado Werfel. En 1928 comienza sus estudios de filosofía, que abandonaría pronto. Ese año su equipo de waterpolo, el Hagibor, se proclama campeón de Checoslovaquia. Su afición por el deporte se manifiesta en muchas de sus obras, por ejemplo en su novela Die Mannschaft (El equipo), de 1935, que lleva por subtítulo Novela de una vida deportiva.

Max Brod fue el artífice de la publicación de El estudiante Gerber, que en un año se tradujo a siete idiomas. Torberg ya era un autor consagrado en 1933, cuando sus libros fueron prohibidos. En 1937 acepta escribir, con pseudónimo, el guión de un film austríaco: Der Pfarrer von Kirchfeld, que habría de convertirse en una de las películas más importantes producidas en toda la historia del cine de ese país. Cuenta la historia del párroco rural Peter Hell, quien se enamora de una joven. Fue una de las últimas películas que pudieron filmarse libremente en Austria, antes de la Anexión al Tercer Reich. Al año siguiente Torberg emigra a Zurich.

De la ciudad suiza, donde nuestro autor volvió a frecuentar los cafés en los que por entonces se reunía gran número de exiliados alemanes y austríacos, Torberg, al negársele la renovación de su permiso de residencia, marchó a París. Aquí se alistó en el ejército checo en el exilio, y en junio de 1940, haciendo el mismo camino que tres meses más tarde repetiría Walter Benjamin, llegó a la frontera española. En un tren atestado consiguió viajar hasta Oporto, y de aquí a Lisboa. En septiembre desembarcó en Nueva York.

Torberg fue uno de los beneficiarios de una campaña del PEN Club para la salvación de “diez destacados escritores alemanes antinazis”, campaña que incluyó a Heinrich Mann, Franz Werfel y Alfred Döblin, pero no a otros autores como Stefan Zweig o Hans Fallada. Los favorecidos por el PEN Club fueron enviados a California con contratos de la Metro-Goldwyn-Mayer y la Warner Brothers. Torberg sería guionista de Hollywood y más tarde periodista de Time, y regresó a Viena en 1951.

Hay dos libros de Torberg a disposición del lector en castellano: Mía es la venganza (Sajalín Editores, 2011) y La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, que ha publicado Alba hace sólo unas semanas. El primero de ellos contiene dos relatos, uno (el que da título al volumen) publicado originariamente en Estados Unidos en 1943, y otro, El regreso del Golem, que fue editado en Alemania en 1968.

Mía es la venganza es un contundente relato que ilustra acerca del estado de ánimo de nuestro autor en su exilio americano. En él un personaje innominado, el narrador, se encuentra en el muelle de Nueva Jersey. Corre el mes de noviembre de 1940. El narrador ha acudido al muelle para recibir a unos amigos, y mientras estos cumplen con las formalidades aduaneras de rigor él se percata de la presencia de un hombre que vaga inquieto, pobremente vestido, y que en su deambular arrastra la pierna izquierda. La extraña conducta de este desconocido que parece esperar a alguien, pese a que del barco recién llegado ya no bajan pasajeros, lleva al narrador a entablar conversación, obteniendo como respuesta que el desconocido, en efecto, espera a alguien: a setenta y cinco. Después ambos se trasladan a una cantina, donde el narrador conocerá su historia.

Y es una historia terrible la que nos cuenta Torberg: la del “barracón de los judíos” del campo de concentración de Heidenburg, del que el desconocido del muelle de Nueva Jersey logró escapar tras asesinar a su jefe, el oficial de las SS Hermann Wagenseil. En las poco más de cincuenta páginas que ocupa el relato de este hombre atormentado, cuya identidad será desvelada en la última línea, el autor consigue introducirnos en una realidad que supera sus aparentes límites, y que se constituye en reflexión acerca de las relaciones entre el torturador y su víctima, y en debate interior (desplegado en la conciencia del protagonista) acerca de la justicia humana y divina. Difícil de olvidar es la caracterización psicológica que el autor nos ofrece de Wagenseil, este perturbado que atribuía a los judíos recluidos en su campo una culpa de imposible redención, o redimible, mejor dicho, sólo por medio del dolor y la muerte: la de su nacimiento. En cierto modo, la figura del jefe del campo evoca a la de Kupfer, el profesor de matemáticas que hizo imposible la vida a su alumno en El estudiante Gerber. En ello se nos muestra la aberración de un poder terrenal erigido en autoridad omnipotente e infalible, figura autodivinizada sobre una humanidad que debe elegir entre la sumisión (literalmente hasta la muerte) o la rebeldía. “Y mientras uno solo de nosotros”, afirma el protagonista de Mía es la venganza, “base sus esperanzas en ese ‘a lo mejor’, mientras haya uno que crea que pasará ‘alguna otra cosa’ antes de que lo alcance el destino que ya ha alcanzado a otros, mientras alguien aún tenga la esperanza de que les tocará a todos, pero a él no; mientras tanto, nos seguirá tocando a todos”. El relato, en fin, nos informa del uso particular que hicieron los nazis del sofisma que le sirvió a Werfel, en otro contexto, para titular la obra a la que nos referíamos más arriba: El culpable es la víctima, no el asesino. Un sofisma cuyo uso, como en el caso presente, se volvió contra ellos.

Si en Mía es la venganza la cuestión moral relativa a la justicia adopta por momentos la forma de una controversia talmúdica entre un rabino y un descreído, en El regreso del Golem vuelve a formularse el mismo tema, pero encarnado esta vez en aquel personaje legendario de la tradición judía, el humanoide hecho de barro que según la leyenda tenía a su cargo la protección de la judería de Praga. El personaje, una vez privado del aliento divino por su propio creador, fue a parar a un desván de la sinagoga Vieja-Nueva, pero he aquí que, olvidado, vuelve a la vida durante la época de la ocupación, cuando a unos oficiales nazis se les ordena reunir y clasificar todo el material religioso previamente saqueado en las sinagogas y en las casas de los judíos. La narración se inscribe en la rica tradición de la literatura judía praguense, una Praga oscura, brumosa y expresionista por la que Torberg nos guía de un modo tan intrigante como mágico.

Por último, en La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas, nos encontramos con el Torberg que hoy tiene más fama en los países de lengua alemana, el autor satírico convertido en recopilador y en memoria del desaparecido mundo de los judíos de Centroeuropa. El libro reúne textos escritos entre 1958 y 1961 a los que se añadió posteriormente un prólogo sentimental, con el que fue publicado por primera vez en Viena en 1975. En dicho prólogo leemos: “Éste es un libro nacido de la melancolía. Bebe de un pozo de recuerdos que no llegué a conocer hasta que tuve que hacer uso de él”. Se trata de un recorrido por la Viena de la infancia del autor: el mercado de Peregrini, el tren fantasma del Prater y el zoo de Schönbruun, los paseos y las excursiones a las granjas y a los merenderos, la explanada de Ischl en verano. De esos lugares, de sus habitantes, y en especial de su numerosa parentela, Torberg extrae un delicioso conjunto de anécdotas, refranes, dichos populares, costumbres y rituales cotidianos. La tía Jolesch del título, pese a haber sido una persona real, era lo que el autor llama “un tipo”: el personaje que no faltaba en ninguna de esas grandes familias “dispersas por Viena y por Praga, por Brno y Budapest, por la mitad austríaca del Imperio y por la húngara”, personaje al que se debía la creación de una sabiduría vital manifestada en forma de “frases certeras, en parte ingeniosas, en parte profundas”, que constituían una especie de depósito de cultura y eran a la vez un compendio de enseñanza moral. Y es cierto, recalca Torberg, que este papel “recaía prácticamente siempre sobre mujeres”. La sonrisa con la que se lee el libro no excluye que de él se desprendan no pocos datos que son testimonio privilegiado de aquella época, útiles para conocer a fondo la vida doméstica de un período crucial de la historia moderna; ni tampoco excluye la desolación por esta cultura y sus gentes, y por la suerte que corrieron.

DATOS RELACIONADOS

Título: Mía es la venganza
Autor: Friedrich Torberg
Traducción: Lidia Álvarez Grifoll
Editorial: Sajalín Editores
Primera edición: 2011
Formato: 19 x 13 cm. 114 páginas
ISBN: 978-84-938051-6-6

Título: La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas
Autor: Friedrich Torberg
Traducción: Isabel Hernández
Editorial: Alba
Primera edición: 2014
Formato: 20 x 13 cm. 392 páginas
ISBN: 978-84-842899-6-8

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