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Julio Castro – La República Cultural
Decisiones o ausencia de decisiones, todo es lo mismo, el camino que conduce a cada cual a su vida. “¿Qué es eso qué te ocurre cuando cierras los ojos y piensas que no estás aquí? Que tu vida no es la que es sino otra, que el camino andado se ha quedado atrás”, se pregunta Laura Belles en uno de sus monólogos.
Una potente puesta en escena hace homenaje a la vida, a una vida que es de sentido único, porque no puedes vivir dos veces el mismo momento, y de ahí ese Elogio a un solo instante que se refiere a ese punto de decisión, a la vez que puede servir para el instante minúsculo que es cada una de nuestras vidas.
La Casa Amarilla ha elegido un formato en el que la danza discurre en paralelo a la acción teatral, y si Cristina Gómez y Abel Martí trabajan más lo físico, Laura se centra más en la parte textual.
La compañía aborda el momento difícil de la elección, del miedo a perderse lo mejor que pueda conseguir, poniendo en duda lo más acertado de las decisiones, frente a lo que en general nunca se conocerá si pudo ser mejor o no, si cabían otras opciones.
Cada secuencia se repite, poniendo al público a la espera de ver los cambios que podrían producirse en el proceso. Sin embargo apenas habrá diferencias, es una coreografía en la que los actos de cada personaje afectan a otro u otros, pero quizá la intención de quien provoca no se corresponde con la manera y el momento de ser recibidos, pero hay un momento en el que ya no queda opción. “He diseñado un plan, se basa en escoger la ventana que veo más próxima a cerrarse, y cuando ya apenas queda espacio, salto…”.
Y salta, finalmente salta. Este salto que parece una nimiedad en el texto, es todo en la respuesta frente a la vida, pero también en el desencadenante de lo que ocurre en escena. Es el instante preciso en el que todo tiene que corresponderse, en que, además de la acción coreográfica coordinada, se exige que el guión de alguien sea respondido por el resto, y que su acción desencadene toda una secuencia que va y viene a su protagonista, o en la que todo el mundo es protagonista, porque cada cual hace sus elecciones y, con éstas, participa en las ajenas.
En el texto hablan, cómo no, del famoso “efecto mariposa”, pero también rememoran juegos de niñ@s “cuando era pequeña inventaba millones de excusas”, dicen “‘si bajo y el portal está cerrado con llave es que voy a aprobar el examen’, ‘Si ahora suena la canción de M es que le gusto’, ‘Si no me cogen es porque este sitio no es para mí’…“. La idea de los conceptos marcados por un destino ineludible coinciden con la idea de condicionamiento social y el “¿quién pone palabras en tu boca?” que sugiere también Teatro de lo Inestable en La Exiliada, La Negra, La Puta, El Caracol y La Mística, de reciente estreno, pero aquí el objetivo desde el que se marca la perspectiva es otro, no el colectivo, ni el de los otros condicionando mi “yo”, y aunque Laura lo expresa como “era lo que tenía que pasar, así de simple” estamos más ante la propuesta de la autolimitación frente al deseo de lo infinito.
Tras ver previamente un solo de Cristina Gómez y La Casa Amarilla Danza, este viaje supone un cambio sustancial frente a la hora de recibir esta transmisión de lo personal a través lo colectivo.
“Me da miedo perderme algo de lo que está destinado para mí. ¡Odio elegir!” Y aquí mi mente viaja de nuevo a Valencia, al texto de Inestable, pero también a una idea que mueve Teatro de lo Inestable, y Jacobo Pallarés en su compañía y en textos de Red Escénica. Pensar en lo que nos está destinado, aquello que merecemos por el simple hecho de estar aquí, de haber nacido, o del determinismo, condiciona la forma de ser frente a una sociedad con diferencias cada vez mayores. Frente a esto, el riesgo de ser y decidir, desde lo más íntimo a lo colectivo, supone abrir la mente a un concepto como el de buscar en la vida aquello que deseas, sin esperar a que la vida te sea regalada o, mejor aún, disfrutar del viaje con lo que encuentras y compartirlo con tu entorno.
