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Matarile Teatro estrenó Hombres Bisagra en el FITO de Ourense - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Hombres Bisagra, el último trabajo de Matarile Teatro, estrenado el pasado 10 de octubre en el 7º Festival Internacional de Teatro Ourense, FITO, se puede describir como un concierto surrealista de cuerpos, percusiones arcaicas y sintetizadores primitivos, que despliega una partitura híbrida (música, movimiento, acciones, teatro…) vibrante, de imágenes extrañadas, asociaciones y analogías cinéticas, paradojas y metáforas. En el Teatro Principal de esta hermosa ciudad el estreno fue bien acogido. En conversaciones a la salida de la sala, comprobé que espectadores y espectadoras jóvenes lo recibieron con calor y entusiasmo; sentían que conectaba con la estética y la energía de los espectáculos que ellos frecuentan y con los estilos artísticos que les resultan estimulantes. “Es la primera vez que veo algo así en un teatro”, dijo un estudiante universitario.

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Matarile Teatro estrenó Hombres Bisagra en el FITO de Ourense

Un cálido concierto surrealista

Hombres Bisagra
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Hombres Bisagra

Miguel Torres y Carlos Hermida en acción. Foto: cortesía de Rubén Vilanova.

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Hombres Bisagra

Nacho Sanz al molinillo, detrás Baltasar Patiño. Foto: cortesía de Rubén Vilanova.

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DATOS RELACIONADOS

Concepto: Baltasar Patiño
Dirección: Ana Vallés y Baltasar Patiño
Músicos performers: Nacho Sanz y Baltasar Patiño
Intérpretes: Miguel Torres y Carlos Hermida
Composición musical: Nacho Sanz y Baltasar Patiño
Iluminación y espacio escénico: Baltasar Patiño
Compañía: Matarile Teatro

José Henríquez – La República Cultural

Hombres Bisagra, el último trabajo de Matarile Teatro, estrenado el pasado 10 de octubre en el 7º Festival Internacional de Teatro Ourense, FITO, se puede describir como un concierto surrealista de cuerpos, percusiones arcaicas y sintetizadores primitivos, que despliega una partitura híbrida (música, movimiento, acciones, teatro…) vibrante, de imágenes extrañadas, asociaciones y analogías cinéticas, paradojas y metáforas.

En el Teatro Principal de esta hermosa ciudad el estreno fue bien acogido. En conversaciones a la salida de la sala, comprobé que espectadores y espectadoras jóvenes lo recibieron con calor y entusiasmo; sentían que conectaba con la estética y la energía de los espectáculos que ellos frecuentan y con los estilos artísticos que les resultan estimulantes. “Es la primera vez que veo algo así en un teatro”, dijo un estudiante universitario.

Escriben sus creadores, Nacho Sanz y Baltasar Patiño: “La bisagra, por definición, sirve de punto de unión y al mismo tiempo permite la articulación: el movimiento, la apertura, el transitar. Y posibilita el desmontar cosas y montarlas.” Es lo que hace Matarile Teatro con el espectáculo y sus integrantes.

En la corriente de la iconografía plástica y corporal que ha creado la compañía desde 1986, la obra establece una conexión con el surrealismo, el dadaísmo y otras vanguardias de las artes, desde su mismo título y desde el comienzo de la función, cuando escuchamos desde el altavoz de Radio Artaud al visionario artista francés en la histórica y prohibida grabación de 1947 de su concierto vocal Para acabar con el juicio de Dios. Sus palabras, distorsionadas en una pionera acción poética, acompañan varios momentos de la representación.

En un pasaje, Carlos Hermida, uno de los dos actores, dice en francés fragmentos de El teatro y su doble, transformado en vedette, mientras su compañero Miguel Torres, vestido de falda roja y peluca, desgrana al piano fragmentos de un cuplé.

Percusiones de piel

Afirmo que la escena es un lugar físico y concreto que exige ser ocupado y al que se le permita hablar su propio lenguaje concreto”, escribe Artaud en El teatro y su doble, proponiendo un manifiesto de dramaturgia total, cuyo centro es el cuerpo del actor (no el diálogo) en interacción con el cuerpo del público.

En esta estela que está implícita en toda la obra de Matarile, en Hombres Bisagra se altera desde la partida el propio concepto convencional de concierto y música.

Los dos artistas que han puesto en marcha esta obra, el percusionista Nacho Sanz y el creador de luz y sonido Baltasar Patiño, están cara a cara en el fondo de la escena y desde allí dialogan creando y reproduciendo los sonidos de primitivos sintetizadores, teclado, tambores, cajas, platos e instrumentos inventados, bajo una cortina de luz que va oscilando con la música, del verde al violeta. La música hace vibrar el aire, el suelo y los muros del teatro.

Delante de este dúo y cortina de luces, en el primer plano escénico se desarrolla el movimiento de dos actores, Carlos Hermida y Miguel Torres, que en gran parte de la representación encaran al público. También hay un diálogo entre estos dos planos escénicos, momentos de interacción y encuentro entre los músicos y los actores.

Al empezar la función, en un “solo”, Nacho Sanz camina a primer plano y hace sonar un platillo con sus dientes y con las caricias de su cara (hacia el final le arrancará vibraciones con un arco de violín). Luego hace girar y sonar un antiguo molinillo de café.

En otro pasaje, se une al dúo de actores combinando formas de un abrazo tricéfalo de torsos desnudos. Coge al actor Carlos Hermida sobre sus piernas e inventa compases de percusión tocando con las manos sobre su pecho, al que antes han adherido micrófonos.

Luego, ambos se enfrentan en una escena de espejo, reproducen sus movimientos; el músico se adhiere un micrófono en la cara y fabrica los sonidos de sus propias caricias.

Hacia el final, en el centro de la escena, Sanz crea una imagen onírica: pulsa con los dedos y un arco los acordes de una rueda de bicicleta (bautizada por él como “arpacleta”), mientras de su cuerpo y de su boca brotan y saltan al piso pelotas de pingpong y pequeños cascabeles que añaden contrapuntos sonoros. La función termina con una campana que baja colgada, en primer plano, que Sanz hace oscilar como un enorme péndulo y la tañe con su pie.

Dúos entrelazados

Nacho Sanz y Baltasar Patiño comenzaron a gestar el proyecto de Hombres Bisagra hace cuatro años, en un principio como concierto de percusión y música electrónica de un dúo, ejecutado con sintetizadores de primera generación, que fueron probando y seleccionando de una colección que tiene Sanz. “Son instrumentos electrónicos ancianos y esto le ha dado al montaje una textura de sonido muy especial”, dice Baltasar Patiño.

Después de varias sesiones musicales de ambos, surgió la idea de incorporar actores, invitando a dos jóvenes que conocieron en un taller que dio Matarile en la Universidad de Santiago. Cuenta Patiño: “Pasamos a introducir dos cuerpos más, para utilizar otro de los lenguajes de Matarile. Apostamos por Miguel Torres y Carlos Hermida. Son actores muy jóvenes y aportan texturas corporales muy distintas, como si fueran un árbol fino y una columna. Ana Vallés trabajó con ellos en la preparación física, mostrándoles caminos, y nosotros los proveíamos de la música. Nacho y yo grabábamos nuestras sesiones en el estudio y les pasábamos CD para que trabajaran a diario. Hasta unos días antes del estreno ensayábamos en dos equipos separados y por fin conseguimos juntarnos y empezaron a pasar cosas.”

Además de entrenar a los actores y dirigir sus sesiones creativas y luego las sesiones conjuntas, Ana Vallés ha desarrollado un finísimo trabajo de dramaturgia para ensamblar las diversas fases de estos Hombres Bisagra que se ha plasmado en su dirección conjunta del espectáculo con Baltasar Patiño.

Una revista de visiones

En contrapunto y diálogo con la música, el trabajo de los dos actores se desarrolla como un continuo de movimiento y transformaciones, como una sucesión de figuras, imágenes plásticas y combinaciones corporales. Superponen en escena signos materiales que convocan memorias del arte de muchas épocas, desde el rito popular y ancestral a la danza contemporánea, desde la instalación plástica a la supervivencia y homenaje de figuras artísticas.

Los actores aparecen entre el público. Se escuchan cencerros en el patio de butacas y los palcos del Teatro Principal y surgen dos bailarines de fiesta popular, camisa blanca y pantalón gris. Llevan dos enormes cencerros a la espalda, atados en la cintura, corren y bailan. Una ráfaga de esta estampa volverá más tarde.

Desde la fiesta ritual, sus cuerpos componen una serie de cuadros en movimiento, de libre relación, como en un revista dadaísta, que pasan del traje popular, al disfraz y al desnudo, del baile a los “portes” circenses, de la “levitación” de equilibrio entre dos sillas a la exploración cuerpo a cuerpo, de la lucha cabeza con cabeza hasta el reposo, la muerte y el abrazo de una pietà masculina, como si la “revista” dispusiera una sinopsis de todas las emociones humanas, iluminadas a mano, en algunos pasajes, por Patiño.

A los vestidos de número de cuplé que apunté, se suman disfraces que reverberan estampas de Goya y figuras surrealistas: Hermida aparece con un sombrero con velas encendidas; Torres lleva barba postiza y canotier, sonríe al público… remeda a un director de orquesta.

En varios pasajes centrales, los intérpretes también componen cuadros plásticos, paseando o trayendo a primer plano una serie de creaciones surreales de Baltasar Patiño: un atril que es un árbol con páginas, un pájaro-campana encerrado en su jaula, otra que encierra unas piernas de muñeco, el “arpacleta” citada.

Tres espectáculos en un año

Hombres Bisagra es el tercer espectáculo que crea Matarile Teatro desde septiembre de 2013, tras Staying Alive y Teatro invisible, obra que también mostró en el Festival de Ourense. Las dos primeras fueron comentadas en nuestra revista con motivo de sus estrenos, respectivamente en Santiago y en el Festival ALT de Vigo.

Baltasar Patiño hace balance: “Hace dos semanas se cumplió un año del regreso de Matarile y hemos puesto encima de la mesa tres espectáculos, casi sin querer, a pesar de que la institución dice que no tenemos capacidad de producción. Son tres propuestas muy distintas, que sin premeditación de hacer una serie, a posteriori hemos visto que muestran los tres mundos que ha manejado Matarile. Staying Alive mostraba el mundo del movimiento más puro, con incursiones en textos muy peculiares de Ana Vallés y las tres bailarinas, que buscaban proximidad con los espectadores. En Teatro invisible hay ausencia de tecnología; lo más importante es la palabra y la presencia de Ana, en un trabajo de gran intensidad y cercanía con el público. Y luego está el mundo performático y musical que se integra en Hombres Bisagra.

Producción a pulso

Para la creación de Hombres Bisagra, Matarile se presentó en 2013 a un concurso de fondos públicos para subvencionar la producción escénica que convoca y maneja la Agencia Galega das Industrias Culturais, AGADIC; en la resolución del concurso, en abril de 2014, la compañía fue excluida de las subvenciones.

El pasado agosto, el colectivo presentó un elocuente recurso a esta resolución, publicado en su página de facebook, que encabezan con estos argumentos, puntualmente demostrados en su escrito: “Recurrimos la resolución por considerar que la valoración del proyecto no refleja ni ha tenido en cuenta las características (artísticas) del proyecto presentado, la valoración del equipo integrante, ni la trayectoria histórica y artística de la compañía. […] Consideramos que el sistema de valoración propuesto desde el Agadic es obsoleto para la valoración de proyectos artísticos de creación escénica.” Matarile aún no recibe respuesta a su recurso.

La compañía ha producido Hombres Bisagra con sus propios medios y ha conseguido prestados los locales para sus ensayos finales. La negación de fondos públicos, según Baltasar Patiño, hace que el estreno en Ourense haya sido “una primera muestra en bruto”, que esperan completar y enriquecer en una futura residencia en el Festival ALT de Vigo, en 2015.

Distancia siete minutos, de Titzina Teatro

En mi breve visita al FITO de Ourense pude conocer también el último trabajo de la compañía afincada en Cataluña Titzina Teatro, Distancia siete minutos (2013). Es la cuarta creación de sus actores Pako Merino y Diego Lorca, que mantienen su apuesta de un teatro puro de intérpretes, que amalgama el gesto, la multiplicación de sus actores en muchas figuras, un diálogo veloz y la composición de historias tragicómicas a partir de fragmentos (en su día hablamos de su trabajo Exitus a su paso por Madrid).

Con un espacio sencillo, tres mesas que los propios actores transforman en varios ambientes, la pieza propone una agridulce investigación escénica sobre la felicidad, a través de una sucesión de breves cuadros que se van relacionando y presentando a sus protagonistas, como el descenso en Marte del robot espacial Curiosity y una fatal incomunicación entre los miembros de una familia, los interrogatorios de un juez a diversos procesados, la invasión de termitas en su casa, su traslado y convivencia forzados a casa de su padre viudo durante la desinsectación, el enigma del suicidio de su madre.

Quizá el montaje resulta redundante en el desfile de procesados y en algunos pasajes que intentan justificar o atar los cabos sueltos. Destacó el trabajo de Pako Merino que se multiplica en una docena de figuras.

El FITO resiste

El Festival Internacional de Teatro de Ourense, FITO, fue creado en 2008 por la veterana compañía Sarabela Teatro, que como equipo continúa organizándolo de año en año, con la dirección de Ánxeles Cuña.

Según su directora, esta séptima edición del festival, que se desarrolló desde el 2 al 18 de octubre, pese a los grandes recortes políticos de los fondos públicos para la cultura, ha mantenido sus grandes líneas de programación: la presencia de artistas y compañías veteranos y emergentes de Galicia (en esta ocasión, Chévere, Matarile, Voadora, Aporia, el poeta y actor Pablo Fidalgo…), la visita de compañías lusófonas (Teatro da Didascália, de Portugal), la presencia de artistas europeos y de otros continentes (el francés Patrice Thibaud y los chilenos de Viaje Inmóvil), y del teatro de otras regiones, en este caso de Andalucía (Choni Compañía Flamenca, Cía. de Danza de Fernando Hurtado, The Funamviolistas), Baleares (Cía. Tshock Cultura Emocional) y Cataluña (además de Titzina, el dúo de Jorge Picó y Sergi López).

En 2013 estuvimos a punto de caer, pero resistimos, mantuvimos el programa; hasta última hora no nos confirmaron los recursos públicos”, dice Ánxeles Cuña.

Comenta que en las últimas ediciones, las instituciones patrocinadoras han recortado el presupuesto del festival en un 50 %, lo que ha obligado a reducir la presencia de compañías extranjeras. “Galicia es un paisaje desolado, el teatro está sitiado, pero los teatreros estamos vivos”, afirma la directora del FITO y de Sarabela Teatro.

En un programa paralelo de talleres, conferencias y encuentros, destacó la presencia en el festival de la destacada autora mexicana Bárbara Colio (Mexicali, 1969), quien impartió un Laboratorio de Dramaturgia para una docena de teatreros, y participó en un encuentro abierto de presentación de su escritura teatral publicada y estrenada. El interés de su visita a Ourense y al festival radica en el estreno en esta ciudad, el pasado septiembre, de su pieza Pequeñas certezas, Premio María Teresa León en 2004, en montaje de Sarabela Teatro, dirigido por la propia Ánxeles Cuña, puesta en escena que la autora pudo ver en Braga, Portugal, durante el FITO.

Bárbara Colio acaba de publicar la antología De familias y otras catástrofes, que además de la pieza citada reúne otros cuatro textos que coinciden en distintos aspectos de los vínculos entre parientes. “Me interesa indagar en las relaciones entre nosotros y aquellas personas que no elegimos, como los abuelos, los padres, los hermanos, y que nos acompañan durante muchas épocas de nuestra vida. Estas cinco obras tienen mucha relación con España y en todas el drama está en una familia corriente”, dice la autora. Entre las piezas del libro, está también Cuerdas, que ha dirigido en España la teatrera gallega Fefa Noia.

Fecha: el Viernes 10 de octubre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Teatro Principal - c/ Paz, 9 (Ourense)

Más información:

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Fecha: el Viernes 10 de octubre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Teatro Principal - c/ Paz, 9 (Ourense)

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