Julio Castro – La República Cultural
Si en alguna ocasión te has sentido fuera de juego comprenderás perfectamente que aparezca el personaje de Mamen Agüera, vestida o medio vestida de lo que sea, de aquella manera, y, tras observar y reflexionar, concluya “siento que me estoy perdiendo algo”.
Me parece que esto ocurre bastante más de lo deseable cuando se trata de sexo, no sólo de follarse, como anuncian en el programa de la obra, sino de relacionarse. De divertirse y disfrutar.
Este primer personaje, desubicado, cómico, como un Estragón del Esperando a Godot de Beckett, perdido sin Vladimir (y con Vladimir también), que quiere comprender mirando al infinito, pero que nunca está en el lugar adecuado. Apenas son dos momentos en la función, pero permiten que el público, tan desubicado como ella, se encuentre en su lugar.
Extraños personajes envueltos en plástico de cocina, ropas que van evolucionando del negro al rojo… o a las toallas. Buscan sexo en cómicos anuncios de contactos de todo tipo (“¡A ti, mujé!”, se empeña uno de ellos de forma recurrente), o bailan coplas, canciones petardas o de todo tipo y de todos los tiempos: Miguel Bosé, Sara Montiel, Camilo Sexto, Quintero-León y Quiroga, Alaska y Dinarama…, que les ponen en pose, momentáneamente, para caer rápido en picado. Vamos, lo que viene a ser un encuentro en búsqueda de sexo, con esa pasajera relación o sin ella.
Las situaciones cómicas que nos proporcionan nos llevan desde el Yo soy esa, ellas de rojo intenso, vestido corto, a una sauna donde Violeta Frión se encuentra fuera de lugar y toma el camino del exhibicionismo. En realidad son ocho historietas (Siento que me estoy perdiendo algo, Yo soy esa, Guanderful jot lain, Un hombre de verdad, Me llamo Josito, Wc, Dondiablo y Cine de barrio), correspondientes a seis temas musicales (Debo de hacerlo, Yo soy esa, Un hombre de verdad, Fumando espero, Vivir así es morir de amor y Don diablo).
Estamos ante una propuesta nada convencional, donde a través del absurdo y la comedia chocante, tratan de poner al público en situación de ver el más absurdo comportamiento de los seres humanos, que sea para follar o para provocar, nos metemos en historias, tal vez no tan cercanas a estas, o tal vez más.
La compañía lleva 15 años reponiendo su montaje, rotando intérpretes, renovando parte del elenco, (al parecer más de 40 personas han pasado por esta Manzana), y más de 800 representaciones… y media. Sí, esa es la anécdota, porque tampoco es extraño que alguien decida que se siente incómodo y salga de una función, sólo que en una de ellas se levantó todo el público a mitad, así que la compañía se fue a casa.
Son entre 70’ y 80’ de sátira, si quieres te amoldas, si quieres la compartes o la comprendes, si no te ríes y la disfrutas en su locura. Es igual, el trabajo está ahí, en los urinarios portátiles, o en las tazas de retrete para practicar la danza. La cuestión es que funciona, que siguen llenando y que son capaces de llamar las cosas por su nombre, por crípticos que seamos en la calle.
Pues sí, el título completo es Por una manzana. Siete historietas cómicosexuales para cuatro pollas y dos coños. Así que, a quienes escandalice este título, tal vez debieran pasar, precisamente, por esa terapia.