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ISSN 2174 - 4092

Danza fuera de los estándares de la sociedad, ¡Vaca! - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Le recomiendan hacer la dieta 101 que desata su ira contra alimentos que no cambiarán nada, que explica y golpea mientras los reparte, suena la música, “Tu vuò fa l’americán…”, dice la canción napoletana de Renato Carosone. Alberto Velasco no ha salido del armario, sino de un frigorífico donde estaba metido como si fuera un trozo de carne, desde allí danza medio cuerpo fuera, medio dentro, y comienza su espectáculo, donde algunos momentos de voces en off ridiculizan la crueldad generalizada de la gente: la cara de una al que le dicen que puede hacer de tanque, o las tetas de otra, daría igual el tema, pero él aclara rabioso “¡no me llamo obesidad mórbida, me llamo Vaca!”.

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Danza fuera de los estándares de la sociedad, ¡Vaca!

Alberto Velasco abre y cierra una etapa con esta propuesta abierta a la vida

¡Vaca!
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¡Vaca!

Alberto Velasco durante una función. Foto: Julio Castro.

¡Vaca!
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Alberto Velasco durante la función, en una supuesta imagen de infancia. Foto: Julio Castro.

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DATOS RELACIONADOS

Autor y director: Alberto Velasco
Intérprete: Alberto Velasco

Julio Castro – La República Cultural

Le recomiendan hacer la dieta 101 que desata su ira contra alimentos que no cambiarán nada, que explica y golpea mientras los reparte, suena la música, “Tu vuò fa l’americán…”, dice la canción napoletana de Renato Carosone. Alberto Velasco no ha salido del armario, sino de un frigorífico donde estaba metido como si fuera un trozo de carne, desde allí danza medio cuerpo fuera, medio dentro, y comienza su espectáculo, donde algunos momentos de voces en off ridiculizan la crueldad generalizada de la gente: la cara de una al que le dicen que puede hacer de tanque, o las tetas de otra, daría igual el tema, pero él aclara rabioso “¡no me llamo obesidad mórbida, me llamo Vaca!”.

Entorno al “chico gordo”

Entre la parodia, el sarcasmo y la tragedia, Alberto libera un montón de cosas de esas que se te quedan dentro desde la infancia, y que si no liberas cuando puedes, acaban marcando todo aquello que te gustaría hacer. Le pese a quien le pese, con su obesidad mórbida y sus 100 kg de peso, se mueve libremente por el escenario, no tiene inconveniente en enseñar su cuerpo, la barriga una figura que hoy día está condenada a esconderse por una sociedad basada en cánones televisivos y de revista de modas, de esas a las que les conviene que todo el mundo tenga un rango de tamaño para poder fabricar y vender fácilmente su ropa y complementos.

Recuerdo esa infancia terrible y cruel, desde el otro lado de la frontera que delimita Alberto, donde te enseñan de alguna manera a despreciar y separar por el aspecto de la gente. No tanto en casa como fuera de ella. Y recuerdo al “gordo” de la clase, al que aprendí, por supuesto, a despreciar. Luego aprendes que tú estás también en otras medidas, físicas o no, de cánones, de ideologías o expectativas, o de tácticas inventadas por otra gente, en las que se marcan diferencias, y no comprendes en qué momento comenzaste a estar al otro lado. Tú eres los otros, tú eres los gordos, los feos, los flacos, los otros tratando de ser los otros; ni siquiera comprendes que hay dos lados, porque si fuese una moneda, por una y otra cara tendría el mismo valor. Pero aquí no.

Su personaje, que es él mismo, trata de ponerse una talla media de vestimenta, pero enseguida se evidencia que es imposible, de manera que se marca otra coreografía con estas prendas. Si por eso fuera, quedaría desnudo, socialmente desnudo, personalmente desnudo, como queda durante el espectáculo.

Yo quiero ser menos…

El texto de este trabajo se debate entre lo cómico y lo sarcástico, pese a lo tremendo de algunas escenas, pero, una vez más, el trabajo de Alberto cae de lleno en lo poético a partir de ese yo, de ese sentimiento profundo que se expresa hermosa y duramente: “Yo quiero ser menos, menos carne, menos pelo, menos culo, menos… alma. Menos corazón”. Es una buena síntesis de lo que su entorno le ha venido pidiendo desde la infancia.

Alberto Velasco hizo este trabajo a los veintipocos años, es decir, cuando comenzaba a crear sus propios montajes escénicos. Desde entonces lo ha mostrado esporádicamente y el público ha respondido. Ahora explica que llega el momento de cerrar un ciclo, una vez que ha “limpiado” todo aquello que quería, se entiende que son las cosas que nuestro entorno salpica y mancha incluso cuando no llueve.

Hay un poco de todo, y los recursos que utiliza son variados, ya sea ese maniquí al que mucha gente quisiera parecerse, o una réplica del niño que fue en un picnic casero con bambas de nata. Pero el tema anorexia también pasa por su discurso, transformando lo que tanta gente quiere ver en lo que esa misma gente no desea saber: “yo cuando vomito, vomito de verdad, a las 13:30 y a las 19:50, levanto la tapa, le doy al botón y no vuelve”, explica a un público más imaginario y de su pasado, que el que ahora ocupa los asientos, “lo que vuelve es el hambre”, remata faena, para poder planchar la ironía de esa realidad oculta, con el sentimiento de quien lo sufre.

Entre seres “limpios” y cuentos de infantiles

Quiero que alguien me coma, estar en el estómago de alguien importante”, el personaje de Alberto, es decir, Alberto, ha pasado de esa necesidad de ingerir, a otra, que es la de sentirse contenido, abrazado, compartido. Como el muro social sigue siendo el mismo, no le queda otro remedio que crear esta figura satírica, y continúa “alguien importante, como la reina… porque me han dicho que la reina no caga”. No encuentro acritud en las formas, pero quiere marcar límites y distancias, como hacen los reyes con la gente vulgar (ah, que se dice corriente), así que aclara “¡porque mierda no quiero ser!”.

El patito feo sirve para enfrentar con la madre ese monólogo que no ha sido conversación “perdóname por tener que ir a buscarme al colegio y ver cómo se reían los demás niños…”. Una inversión de papeles, seguramente lo más duro de hacer en este trabajo de limpieza, donde la falsedad de los cuentos que nos narraban en la infancia siguen siendo infantiles, que no para niñ@s. Él lo cuenta, a su manera, pero no difiere de otras versiones, sólo en la conclusión que le lleva a una pregunta “¿tenemos que ser blancos y hermosos para que la madre nos quiera?”.

Y ahora se me ocurre preguntarme cómo la gaviota muerta de Chejov puede dar lugar a grandes éxitos escénicos, mientras un público no es capaz de trasladar a un pato feo, o a una gran ¡Vaca! a la escena de su vida. Al fin y al cabo, volarán lo mismo.

Un formato cercano

La creación de Alberto ha optado por un formato reducido, intimista, próximo a la gente, tanto en el tamaño de su espacio, como en el diseño de luces que induce a esa cercanía. Su apuesta se debate entre el formato teatral y el de danza contemporánea. Además del movimiento y el texto, hay mucho de gestual y abunda también el simbolismo, ya sea en lo físico, en lo verbal o en los objetos que se utilizan.

Basta con ir preparad@s para recibir, porque todo se aproxima al público, se dirige al público y, sin embargo, apenas se espeta al público. Quiero decir, que nos habla de una sociedad errónea, equivocada y mediatizada por opiniones dominantes pero no comunes: esas que imperan sin pensamiento ni razón. Pero no lo atribuye a cada individuo, sino a esos factores externos que nos idiotizan. Eso se agradece, aunque ese público, a veces, no sea capaz de comprender dónde se sitúan sin sufrir un buen zarandeo. Lo importante es entender que a partir de un momento dado, en la vida, hay que exponerse, y él lo hace siempre de forma muy arriesgada.

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Un espectáculo unipersonal de danza-teatro en el que Alberto Velasco hace una defensa de la libertad corporal en medio de una sociedad esclava de la imagen, una lucha donde el alma pueda ser transparente y el disfraz de la carne solo eso, un disfraz.

Alberto es actor, intérprete de danza y creador de escena. En el mundo de la danza su particularidad como intérprete entrado en carnes ha llamado la atención de grandes coreógrafos con los que ha colaborado como Marta Carrasco (Barcelona), Alicia Soto (Burgos) Hiroko Tanahashi (Berlin) o Chevi Muraday (Madrid, Premio Nacional de Danza 2006) creador con el que continua trabajando en la actualidad.

En el 2008 Alberto estrena ¡VACA! un espectáculo unipersonal de danza-teatro en el que hace una defensa de la libertad corporal en medio de una sociedad esclava de la imagen, una lucha donde el alma pueda ser transparente y el disfraz de la carne solo eso, un disfraz. Con esta pieza Alberto ha conseguido ser reconocido con el Premio de la Unión de Actores como Mejor Actor de Castilla y León 2008, Premio Mejor Espectáculo Festival Internacional TAC Valladolid 08 y Mejor Artista Joven de Castilla y León 2008-2009.

Fecha: el Jueves 18 de diciembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Jueves 18 de diciembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Jueves 11 de diciembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Miércoles 26 de noviembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Miércoles 19 de noviembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Miércoles 12 de noviembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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Fecha: el Miércoles 5 de noviembre de 2014

Horario: a las 20:30h

Lugar: Sala Tú - c/ Velarde 15-17 -Dos de Mayo- (Madrid)

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