Eliane Hernández Montejo - La República Cultural
“Despierta, es hora de levantarse”. El comienzo de un día de clase seguramente es muy similar para millones de niños en todo el mundo, al menos para los que tienen la posibilidad de acudir al colegio de una manera más o menos regular. Las diferencias surgen en el trayecto. Todas las mañanas hay chiquillos que recorren más de 180 kilómetros desde su casa hasta el colegio, pequeños que se desplazan caminando campo a través para acortar el trayecto y escolares que realizan el camino bajo un sol abrasador o corriendo para evitar congelarse.
Caminos a la escuela es una exposición que, a través de 134 fotografías de la agencia Sipa Press, pone en relieve las dificultades con las que un gran número de niños conviven a diario para acceder a la educación primaria y secundaria. Con las imágenes como hilo conductor, y englobadas dentro de tres temas diferenciados: larga distancia, entorno hostil y discriminación, conocemos, entre muchas otras, las historias de los alumnos de Un sueño, un mundo, una escuela dedicada a los inmigrantes de Myanmar (Birmania) que fue fundada por el propietario de un restaurante con la intención de sacar de las calles a los niños que pedían limosna; los que acuden a Hardo Isa, en Nigeria, la mayoría pertenecientes a una población nómada, que no reciben clases durante la estación lluviosa, porque la escuela carece de las condiciones necesarias para acogerles durante esos seis meses; y las que asisten a Kibera School for Girls, en Nairobi, la mayoría desplazándose en grupos para evitar ser violadas, sabiendo que la educación que reciben propiciará no solo que tengan un sueldo mejor, sino que la posibilidad de contraer el VIH sea mucho menor y, además, que sus hijos sean más sanos.
Pero no solo en el considerado tercer mundo los niños se encuentran a diario con dificultades para conseguir una educación. En Wyalkatchem, Australia, las granjas se encuentras aisladas geográficamente, por lo que los niños viven a una gran distancia del lugar al que acuden a estudiar; en Higashimatsushima, Japón, todas las escuelas quedaron destruidas por el tsunami de 2011, y el trayecto de los pequeños hasta sus nuevos colegios sigue jalonado por los efectos de la devastación; y, en toda Europa, la mitad de los niños gitanos no llegan a completar la educación primaria, entre otros motivos porque viven trasladándose continuamente de un poblado a otro.
Acostumbrados como estamos a un acceso gratuito y relativamente cómodo a la educación, las historias de Caminos a la escuela nos enseñan que lo que para nosotros es, en muchos casos, una obligación, para estos niños es un privilegio. Uno por el que se esfuerzan día a día y en el que ponen sus ilusiones y esperanzas, incluso las de sus familias, que ven, en la educación de los más pequeños, la posibilidad de un futuro mejor.