Julio Castro – La República Cultural
Olga vende su casa, y Haché quiere comprarla, porque le parece la más adecuada y, sobre todo, porque no puede creerse el precio que tiene. Pero, como siempre, hay un pero, y es que su actual propietaria le pone una condición: no podrá abrir nunca la puerta que da a la habitación del fondo. Basilio está en la playa, borracho, y observa como alguien se ahoga, mientras Lucía le llama por teléfono para decirle que su abuela se ha escapado y se ha perdido.
Este montaje, dirigido por José Piris y escrito por Margarita Sánchez, juega a la idea de los absurdos incluidos en el entorno de lo cotidiano. A través de distintos espacios y tiempos, los personajes se van cruzando y conectando, aunque la historia no cuenta con una linealidad en su argumento, sino que avanza y retrocede en las vidas de sus personajes, de manera que hasta el final no tienes posibilidad de hacerte un plano mental de lo que ocurre.
A través de este formato pueden introducir o, más bien, potenciar el concepto del enigma ligado a su argumento y, donde parece que el tema único será el del misterio que esconde la puerta cerrada y sus voces de ultratumba, éste se ve adornado y complementado por los sucesos que construyen la vida de los personajes reales que la componen.
En su creación han querido jugar a la idea del espacio vacío, acotado por líneas que definen la estancia principal, y con todo el vestuario al fondo, de manera que el actor y la actriz que pondrán en pie a todos los personajes, van cambiando su indumentaria o tomando la poca utilería que precisen para entrar en la luz de escena.
Creo que el verdadero interés de esta propuesta está en la puesta en pie y en el trabajo actoral de Oti Manzano y de Miguel de Juan, que crean un interesante ambiente cerrado en los espacios que se generan en su entorno, y que muestran una gran agilidad a la hora de cambiar de personajes a lo largo de su recorrido.
Toda la historia cuenta, como es natural, con la fuerza de lo gestual con que juega siempre Piris. La parte cómica no quita que este relato vaya dejando en el espectador la sensación de una historia inquietante que no tendrá un final, sino que se perpetuará en el entorno de esa habitación cerrada.