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Aunque este no sea el año, tendremos que tomarlo - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Pensemos en lugares con pocos o ningún recurso, en campamentos de refugiados o en lugares en guerra, donde las bombas caen de verdad sobre las cabezas, o donde el alimento no llega… Y es que allí, en esos sitios, la mente humana no se abandona hasta que tira la toalla y muere. En esos lugares también hay alguien tratando de escribir, de musicar, de hacer teatro, de bailar o de dibujar. Nada mata al cerebro humano, tanto como el abandono y la desidia de los demás, pero aquí intentan hacerlo de otra manera. La Cultura siempre fue perseguida en cualquier dictadura, arrinconada y “depurada”, encarcelada y callada. Pero nunca es para siempre.

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Aunque este no sea el año, tendremos que tomarlo

La Cultura sigue bombardeada y bajo acoso

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Imagen 2014-2015

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Despedimos los años casi como se despide a las personas, con pena y con recuerdo, con liberación a veces, o con cara de asco muchas otras. En realidad no es más que un ejercicio unipersonal en el que cada uno recuerda las alegrías o las penas que ha soportado durante un período de tiempo limitado, sin pensar en todo lo que depara para el resto de forma colectiva.

El proceso artístico tiende a ser un elemento de creación individual, pese a que a veces el resultado de una obra resulte del esfuerzo o la aportación de conjunto, pero sea más de una u otra forma, esa expresión que también nace de un ejercicio unipersonal, y de la necesidad de comunicar visiones o sentimientos que de otra forma no alcanzarían, siempre acaba siendo un proceso ofrecido al colectivo, a comunicar, sí, pero también a mejorar el conjunto. Porque, finalmente, ese concepto tan ecléctico y poco o nada definido de “el arte por el arte”, no existe o no será nunca conocido si se queda en un cajón, en la basura o en la chimenea.

Por eso, a la hora de recapitular y despedir un año, tal vez debiéramos observar a nuestro alrededor, como conjunto, como colectivo que habitamos y destruimos un mismo planeta a la vez, recoger experiencias comunes además de propias, recorrer lo que la memoria de ese año ha impreso en nuestros recuerdos y, ya que la memoria a largo plazo parece habérsenos borrado de la mente, tratar de retener esos doce meses.

El dibujante e ilustrador Enrique Flores, que casi cada día nos muestra desde hace años la basura cotidiana desde esas calles que se trabaja a fondo, hoy ofrece dos imágenes del Guadiana donde despide este “año de mierda”. No es más que la necesidad de limpiar un poco ese poso diario que nos ha dejado en sus dibujos de cuaderno. En cambio, el también dibujante e ilustrador Juan Kalvellido, en un lance ya tradicional de lo que son las cosas, desea un feliz año nuevo con un bombardero soltando su carga sobre las cabezas de otros.

Vivimos un mundo donde las bolas de cristal del árbol se convirtieron en asqueroso plástico que ya no fabrican profesionales artesanos, sino multinacionales del plástico dirigidas por “arteasnos”, con productos baratos de fácil fabricación y complicadísima descontaminación de nuestros ríos y de nuestros campos, sea en vertederos o fuera de ellos. Y no por que el árbol navideño sea importante, ya que sólo afecta a la publicidad alrededor del mundo y a una pequeña parte de la humanidad que consumimos como una mayoría, sino porque parece que se nos ha metido en la cabeza que eso da la felicidad en la vida, mientras las bolitas de plástico, hechas explotando trabajadores a bajo coste, se imponen sobre los trabajos artesanales y artísticos, vienen a convertirse como en una especie de bombas del avión de Kalvellido, que masacran el río y el puente que dibuja Enrique Flores.

Pero resulta que esas cosas son las que se venden hoy día como “arte”. Son productos que no tienen tanto gravamen impositivo, frente a quienes quieren ganarse localmente la vida generando una cultura y un impulso nuevo del pensamiento humanos. Veamos, como hace unos meses saltaba a la luz, la administración de la Hacienda Pública favorece comprar revistas porno, antes que una entrada de teatro o de cine. Pero puede ser peor, porque cuando el ministro Wert y su gemelo destructor Montoro, declaran que se comenzará a bajar el IVA del arte, se refieren a beneficiar a coleccionistas, marchantes e intermediarios de las Artes Plásticas, que no a los artistas, así que bajan el que se refiere a la compraventa de

Si hablamos de libros ocurre otro tanto de lo mismo, donde se rebaja el IVA a esa parte de las publicaciones destinadas a la educación, pero sólo en libros de texto. Y está muy bien que todos los estudiantes puedan acceder a esos ejemplares que necesitan pero… resulta que cuando tienen que leer otros fuera de esos títulos del aula, no podrán hacerlo sin pagar el gravamen impositivo que se les ha aumentado. No contentos con eso, también se arbitra una medida para cobrar en las bibliotecas públicas.

Y ¿por qué estas bajadas? Es evidente: la primera para favorecer a los grandes coleccionistas de arte, a los evasores de obras y a los evasores y blanqueadores de capital. La segunda, amparándose en la necesidad de los estudiantes, consiste en favorecer a esas editoriales de toda la vida, amigos de los gobernantes alternativos, y que siempre han empapado el cacao de nuestras ideas con sus churros, para poder remover a su gusto.

En fin, vivimos un mundo muy occidental, el mundo rico, donde también gentes como trabajadores y trabajadoras de uno de los refrescos más bebidos en el mundo, pasarán el fin de año en un campamento desde el que protestan para que se impongan las medidas que les han llevado injustamente a la calle, o donde mañana no veremos, porque no queremos verlo, cómo una ingente masa de personas de todo tipo y color, se abalanza sobre nuestros cubos de basura, para poder subsistir. Y eso que mañana es el primer día del final de esta crisis. Muchos, apenas, buscarán cartones para protegerse de las inclemencias básicas. Otro, incluso serán golpeados o apartados por fuerzas del orden.

Entre tanto, en nuestro entorno, tratamos de hacer teatro (a veces hasta ganando un par de euros), de escribir libros o “fragmentos de” (que serán difíciles de publicar, y más de vender), de montar conciertos callejeros (aunque ahora nos pidan una licencia para ello), pintar con tiza las aceras (que era muy bonito en Mary Poppins de Disney, pero aquí se convierte en delito), de bailar en el suelo, (aunque te persigan y te echen)…

¿Bonita protesta? Apenas. Pensemos en lugares con pocos o ningún recurso, en campamentos de refugiados o en lugares en guerra, donde las bombas caen de verdad sobre las cabezas, o donde el alimento no llega… Y es que allí, en esos sitios, la mente humana no se abandona hasta que tira la toalla y muere. En esos lugares también hay alguien tratando de escribir, de musicar, de hacer teatro, de bailar o de dibujar.

Nada mata al cerebro humano, tanto como el abandono y la desidia de los demás, pero aquí intentan hacerlo de otra manera. La Cultura siempre fue perseguida en cualquier dictadura, arrinconada y “depurada”, encarcelada y callada. Pero nunca es para siempre.

Recientemente vivíamos en Madrid cómo el responsable municipal de cultura pateaba la historia tratando indignamente a los miembros de las Brigadas Internacionales. Hoy sabemos que mientras se les niega una calle, que sí existe para los fascistas de la División Azul, son y mientras se ignoran las fosas comunes de los republicanos en nuestro asesinados en nuestro país, se dedican los recursos a repatriar a aquellos muertos enviados por el fascismo para apoyar a los nazis del tercer reich. Y es que, si los otros ámbitos de pensamiento son pateados, la Historia es la peor tratada en nuestro país, donde hasta el diccionario de la Real Academia de Historia contiene retorcidas manipulaciones para exculpar a los padres del régimen actual, es decir, al franquismo. Y si matan todo vestigio de nuestra historia, nadie podrá construir un futuro.

Probablemente, la idea mejor es la de echar un vistazo, intentar empatizar con quienes saltan una valla tras jugarse la vida durante meses, o en los supervivientes que logran cruzar un mar en una embarcación de piscina. Pensar en quienes decidieron hace un tiempo establecer redes sociales para lograr alimento a otras personas más desfavorecidas de su entorno. En quienes no lo cuentan, pero cerca de nosotros duermen por días en la calle o rebuscan comida donde pueden. Hablar con quienes lo necesitan para seguir adelante cada día, y apoyar también a quienes se comprometen personalmente con los demás, y no con religiones o aparatos de poder. Dar apoyo, cabida y difusión a quienes, además de eso, tratan de abrir la mente a otras maneras de vivir y de compartir.

Todo esto sigue teniendo cabida en nuestro entorno. Por eso seguimos escribiendo en nuestra revista, por eso, y porque siguen entrando propuestas que apoyar y a las que dar difusión, pero también aquellas que son sustento para la mente, que siempre necesita reconfortarse detrás de todo. La crítica y la defensa de la cultura son parte de lo grandioso de esos trabajos que se muestran a nuestro alrededor. Pero los logros no son nuestros, sino vuestros, y por eso continuamos un año más.

Este año que se va, en nuestro mundo y en el de otros, no ha sido un año para despedir con lágrimas en los ojos, y el que viene tampoco será para abrazarlo sin condiciones, porque lo único que podemos hacer es enfrentar a quienes tratan de aplastar y romper las esperanzas, y a la vez que les mostramos los dientes, enseñarles los pinceles, las letras, máscaras e instrumentos, y pertrechados con todo lo nuestro, avanzar hasta echarlos para empezar a pensar en cambiar las cosas.

Este no es nuestro año, pero nos lo tomaremos. Así que, feliz 2015.

Epílogo

Y este año se marchó mucha gente que no regresará. Entre ellos nuestro recuerdo por el actor Lucas Trapaza, asturiano que creó la compañía La Destilería. Con su alma de clown, durante años ejerció una docencia poco común: la de enseñar en escena qué es un clown. Llevaba en la sangre la necesidad de transmitir su profesión a otros profesionales, pero también al público, y seguro que tanta gente con la que trabajó, no permitirán que fuese en vano.

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