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Julio Castro – La República Cultural
Rafael Álvarez, más conocido como El Brujo en los escenarios, cumple sus 30 años actuando. En estos días ha hecho una breve pasada por Montánchez, dentro de los Encuentros que se celebran allí bajo la dirección de Juan Margallo. Pese a encontrarse de vacaciones ha querido asistir a participar en este Diálogo de Culturas que quieren provocar los Encuentros desde hace tres años. Y así, acudió a la llamada de su amigo, compañero de profesión y maestro en sus inicios, representando un monólogo de factoría propia que lleva por título “Los misterios del Quijote o el ingenioso hidalgo de la palabra”. Una obra que lleva ya varios años representando y que creó para el famoso Año Quijote, con el que tanto nos dieron la matraca. Es una historia bien diferente: de hecho, el Quijote queda resumido en diez minutos (todo un record), lo más interesante viene luego.
Algunos ya pudimos disfrutar de esta obra anteriormente, pero lo mejor de todo es que la representación y el contenido cambian con el tiempo, y tiene la duración que el actor se plantea o la que los espectadores quieren.
La representación en Montánchez fue todo un éxito, con el castillo a reventar de personas, de risas y de aplausos, que culminan con un alegato al uso de la palabra para resolver los conflictos, porque quizá es lo más importante antes de llegar a los enfrentamientos.
¿Por qué en estos Encuentros en Montánchez y qué planteamiento puede tener desde tu punto de vista este Diálogo de Culturas?
Siempre me ha interesado mucho, yo soy muy proclive al ecumenismo, o a la fusión, o al diálogo culturas, porque me interesa mucho desde hace tiempo toda la literatura, la tradición oral ligada al judaísmo, el hasidismo, también toda esa tradición de contadores del cuentos del mundo árabe, de Al Andalus, toda esa parte de la cultura española sepultada en la literatura antigua, hasta la expulsión de los moriscos y la supervivencia de esas formas moriscas y judaizantes en la cultura española, siempre ha sido algo que me ha interesado mucho.
Aparte de eso, estoy aquí porque soy amigo personal y, en cierto modo, seguidor, discípulo, compañero de Juan Francisco Margallo, que es un hombre de teatro bien conocido por su trayectoria, desde hace mucho tiempo, en el teatro independiente de los años ’70 y ’80. Con él empecé yo haciendo teatro. Y este es el motivo por el que estoy aquí.
A ambos os pone muy en común el sentido crítico o irónico de la sociedad, pero también Darío Fo.
Yo tengo mucho contacto con la obra de Darío Fo, la he representado en diferentes ocasiones, con diferentes títulos. Creo que he hecho tres o cuatro espectáculos de él a lo largo de mi carrera en el teatro. Me ha dejado mucha huella la forma de hacer de Darío Fo y últimamente tengo un espectáculo muy bueno que llevo haciéndolo desde el año 2002, seis años en gira permanente y se llama “San Francisco, Juglar de Dios”. Entonces, la tradición burlesca, juglaresca, bufa y toda esa ironía, la crítica social con humor,… todo lo que es la escuela de Darío Fo es muy cercana a mí, he aprendido de ella y la practico mucho.
Estás de aniversario, celebrando tus 30 años en el teatro ¿qué significan estos años de trayectoria para ti y cómo los enfocas de cara al futuro?
Bueno, los años pasan y el futuro está cada vez más cerca (ríe El Brujo y no puedo evitar reír yo también). Antes estaba muy lejos, cuando estábamos ahí con Margallo empezando y todo el asunto ese, el futuro era algo inmensamente lejano. Y, bueno, pasa muy rápidamente el tiempo, yo todavía me conservo fuerte, tengo 57 años y creo que los actores empezamos a estar maduros y a dar lo mejor de nosotros a partir de los 60.
Entonces, entre los 60 y los 65 (no puede contener la risa) es lo mejor.
