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ISSN 2174 - 4092

Alhucemas, rifeña orgullosa - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Lejos de la enigmática Marrakech, del centro de poder de Rabat, de la misteriosa Fez o del Tánger literario se encuentra la ciudad de Alhucemas. Capital de la provincia homónima del Rif, se erige en la vertiente mediterránea marroquí, entre indómitas montañas y bellas calas, Al Hoceima, cuya traducción del árabe es “flor de lavanda”. Castigada durante décadas por el Marruecos de Hassan II y olvidada de cualquier responsabilidad histórica por el estado español (tras el uso de armas químicas por parte del ejército contra la población civil durante la guerra del Rif), ha adquirido con el paso de los años una extraordinaria capacidad para levantarse de las caídas producidas por los sucesivos golpes que la han azotado. Alhucemas fue fundada por los españoles en 1926, en época del protectorado. Como cualquier otra zona del Rif tiene en la figura de Mohamed Ben Abdelkrim Al-Jattabi uno de los elementos más fuertes sobre los que se construye su identidad. Líder de la rebelión de 1921, puso en jaque a las tropas coloniales españolas causando el desastre de Annual, que tantas consecuencias políticas tendría. Asimismo Abdelkrim consiguió introducir en las páginas de los libros de historia a la República del Rif, que aunque efímera (1921-1926) y aplastada por la alianza franco-española tras el episodio del desembarco de Alhucemas, quedó instalada en el imaginario colectivo de los rifeños y de las sucesivos monarcas marroquíes, que tras la independencia tuvieron siempre a la zona como un potencial foco de sublevación. De hecho, en este punto se enmarca la revuelta del Rif que en 1958 aplastaría el ejército marroquí, al frente del cual se encontraba el príncipe heredero Muley Hassan, futuro rey de Marruecos, que durante todo su mandato castigaría y despreciaría toda esta zona norte del país.

Alhucemas, rifeña orgullosa

Ángela Suárez Collado - laRepúblicaCultural.es

Alhucemas
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Alhucemas

Alhucemas.
Foto: http://www.alkhouzama.com/.

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Alhucemas.
Foto: http://www.alkhouzama.com/.

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    Chaieb

    “Era el color de la mandarina y la tierra ocre. Nubes y montañas leían el viento al deslizarse que, aunque de levante, parecía, visto de perfil, que fuese el extraño viento sur norteño. El sol era aún de invierno y descendía por las montañas hacia el sur, pero su luz era de primavera, de cuando se pone por el mar y el movimiento general se equilibra. El khol cercaba sus ojos de fuerza y belleza. Chaieb se encontró ante un espejo: el diálogo, el verso fácil, la inspiración, la elocuencia… Se regaló el mensaje más acertado que dar hubiera querido y el miedo provisorio, a su fugaz violencia, el pesar de no poderlo recordar a alguien más que testimoniara, le hizo recordar su miedo al más allá de la muerte, el miedo a perder su individualidad efímera olvidándose en el ser universal.”

    Fragmento de un relato rifeño recogido por Juan Román en “El mundo invisible de los Yenún”.

Lejos de la enigmática Marrakech, del centro de poder de Rabat, de la misteriosa Fez o del Tánger literario se encuentra la ciudad de Alhucemas. Capital de la provincia homónima del Rif, se erige en la vertiente mediterránea marroquí, entre indómitas montañas y bellas calas, Al Hoceima, cuya traducción del árabe es “flor de lavanda”. Castigada durante décadas por el Marruecos de Hassan II y olvidada de cualquier responsabilidad histórica por el estado español (tras el uso de armas químicas por parte del ejército contra la población civil durante la guerra del Rif), ha adquirido con el paso de los años una extraordinaria capacidad para levantarse de las caídas producidas por los sucesivos golpes que la han azotado.

Alhucemas fue fundada por los españoles en 1926, en época del protectorado. Como cualquier otra zona del Rif tiene en la figura de Mohamed Ben Abdelkrim Al-Jattabi uno de los elementos más fuertes sobre los que se construye su identidad. Líder de la rebelión de 1921, puso en jaque a las tropas coloniales españolas causando el desastre de Annual, que tantas consecuencias políticas tendría. Asimismo Abdelkrim consiguió introducir en las páginas de los libros de historia a la República del Rif, que aunque efímera (1921-1926) y aplastada por la alianza franco-española tras el episodio del desembarco de Alhucemas, quedó instalada en el imaginario colectivo de los rifeños y de las sucesivos monarcas marroquíes, que tras la independencia tuvieron siempre a la zona como un potencial foco de sublevación. De hecho, en este punto se enmarca la revuelta del Rif que en 1958 aplastaría el ejército marroquí, al frente del cual se encontraba el príncipe heredero Muley Hassan, futuro rey de Marruecos, que durante todo su mandato castigaría y despreciaría toda esta zona norte del país.

Alhucemas, también nombrada tras el desembarco como Villa Sanjurjo, con la II República Villa Alhucemas, y nuevamente Villa Sanjurjo durante la dictadura franquista, ha ido desarrollando, como toda la región y todo el Rif, actividades paralelas que compensaran el aislamiento al que se encontraba sometida. El contrabando con Ceuta y Melilla, el cultivo y venta de kif (hachís) y la inmigración se convirtieron en los modos y medios de desarrollo de la zona, que enclavada por una difícil orografía, ha permanecido en la periferia del estado marroquí durante más de cuarenta años.

Alhucemas, tanto la ciudad como la provincia, llega hoy a nuestros días como parte de una tierra rifeña, orgullosa de serlo y de su identidad amazigh (beréber es el término colonial), en la que el mundo rural, que sufre un abandono progresivo ante la frecuente inmigración de sus gentes hacia Europa, y el urbano se entremezclan constantemente. Encajada en un Rif complicado, no sólo por su dura accesibilidad, si no por la complejidad de su estructura social, tradicional y patriarcal, profesa la religión musulmana y se divide principalmente en tres tribus, Aith Waryaghar, Bucoya y Temsaman, hoy ya sin una distribución homogénea. Habla la lengua rifeña o tarifit (variante del tamazight, la lengua amazigh), a pesar de la política de arabización estatal instaurada desde la independencia, que les dota de un universo propio de conceptos con los que acercarse y comprender el mundo. Portadora de una basta cultura que se manifiesta a través de diversas expresiones artísticas, como su música, sus relatos, sus mitos, su cerámica o sus ritos, lucha, como Chaieb por no perder su individualidad y su particularismo.

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