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El bulevar del miedo, de Juana Salabert - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

“¿Por qué hablar mal de ciertos libros cuando hay tantos de los que hablar bien?, preguntan, conciliadores, los promotores culturales. Y bien: sencillamente para desmentir, muy a menudo, cuanto se lleva dicho previamente a favor de esos libros, con fraude o engaño para el lector. Pero también para avivar el debate sobre la literatura y hacer sentir, a quien a ella se aproxima, que allí se juega algo más que un simple entretenimiento. La construcción de un sistema de valores literarios se realiza a partir tanto de apuestas como de rechazos, y en los argumentos con que se sustentan estos últimos alienta sin duda una positiva defensa de las posiciones ya alcanzadas, del nivel adquirido”. Comienzo con estas palabras, honorables en su coherente historial, del critico literario Ignacio Echevarría, maestro reseñista. Y lo hago para tratar de entrar con honestidad en humedales pantanosos, la crítica negativa. Conciliadoramente he de tomar casi por acertadas las primeras palabras referidas a los vendedores de cultura, ¿por qué perder el tiempo en hablar de un libro que no da la talla, pudiendo hablar de tantos tan buenos?. Con ignorar el lujurioso marketing editorial al uso es más que suficiente. Pero ocurre, a veces, que probamos, y nos guiamos por la búsqueda infinita de lo que queremos encontrar escrito, aunque lo que queremos no siempre es lo que hay. El olfato nos falló, se desvió entre luminarias de promesas que venían grandes. Cultura de mercado.

El bulevar del miedo, de Juana Salabert

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DATOS RELACIONADOS

Título: El bulevar del miedo
Autor: Juana Salabert
Editorial: Alianza Editorial
Páginas: 364
Precio: 8,55 €

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Blanca Vázquez - La República Cultural

“¿Por qué hablar mal de ciertos libros cuando hay tantos de los que hablar bien?, preguntan, conciliadores, los promotores culturales. Y bien: sencillamente para desmentir, muy a menudo, cuanto se lleva dicho previamente a favor de esos libros, con fraude o engaño para el lector. Pero también para avivar el debate sobre la literatura y hacer sentir, a quien a ella se aproxima, que allí se juega algo más que un simple entretenimiento. La construcción de un sistema de valores literarios se realiza a partir tanto de apuestas como de rechazos, y en los argumentos con que se sustentan estos últimos alienta sin duda una positiva defensa de las posiciones ya alcanzadas, del nivel adquirido”. Comienzo con estas palabras (Trayecto, editorial Debate 2005), honorables en su coherente historial, del critico literario Ignacio Echevarría, maestro reseñista. Y lo hago para tratar de entrar con honestidad en humedales pantanosos, la crítica negativa. Conciliadoramente he de tomar casi por acertadas las primeras palabras referidas a los vendedores de cultura, ¿por qué perder el tiempo en hablar de un libro que no da la talla, pudiendo hablar de tantos tan buenos?. Con ignorar el lujurioso marketing editorial al uso es más que suficiente. Pero ocurre, a veces, que probamos, y nos guiamos por la búsqueda infinita de lo que queremos encontrar escrito, aunque lo que queremos no siempre es lo que hay. El olfato nos falló, se desvió entre luminarias de promesas que venían grandes. Cultura de mercado.

El bulevar del miedo es un libro entretenido, con el que su autora, Juana Salabert, ha mostrado sabia elección temática, atrayente intriga, la del expolio nazi de obras de arte a los judíos, y el traslado de dicho botín por países aliados y amigos, en este caso la España recién conquistada por Franco. Y al que ha añadido otra época mítica, el mayo del 68 en París. Bien, a tenor de tal contenido se vislumbran ante el lector delicados presagios de sabia escritura.

Nada parecido.

Esta novela de 364 páginas, en edición de bolsillo por Alianza Editorial y presentada con tinglado de premios, como el Unicaja de Novela “Fernando Quiñones” o familias similares, es decir premios comerciales, supone un lugar común más entre las estanterías de fanfarria histórica, artefacto, subgénero narrativo de probada aceptación entre lectores poco exigentes, debido a la afición por estas ferias. Premios que colocan al libro la etiqueta de producto, mercancía de estanteria de supermercado.

Presentada la historia con buenas dosis de género negro, su tensión narrativa sufre de vertiginosos bajones de ritmo, conformando un, en ocasiones, atasco en el discurrir de las cuitas de los personajes, consiguiendo que la novela se trabe a los ojos del lector. Trama más necesitada de un lenguaje seco y tenso, que del almibarado lenguaje adjetivado en exceso, que no oculta el virtuosismo verbal de la autora, y dan un embalaje de bisutería barata a una trama ya muy rica de por sí. Lo que le quita una profundidad que hubiera sido necesaria para neutralizar, a su vez, todos los tópicos con los que Salabert ha configurado personajes, escenarios, tiempos, y argumentos.

El bulevar del miedo tiene su momento. Puede ser perfecta para ese par de días de descanso en la playa, sin mayores pretensiones literarias. Tampoco es un volumen que se deje a medio camino, por farragoso. Al fin y al cabo el lector está por la labor de acabar sabiendo que pasa con Federico Fernet, alias Étienne Morsay, que en su primera juventud, posguerra española, participó con una banda clandestina que ayudaba a los nazis a guardar a buen recaudo (recaudo propio también) obras de arte, liderada ésta por un personaje tan curioso como carismático, Monsieur Maurice. La voz narrativa es la de Fernet, desde su presente en París, que se supone mayo del 68. La desaparición de la madre y la hermana de Fernet en el París invadido por los alemanes, la muerte de su padre, pintor, en la guerra civil, algún que otro aristócrata convertido en anarquista y galeristas y copistas de obras de arte marcarán a este protagonista que se pierde en un discurso fragmentado de frases relucientes, que a mi me han chirriado a copioso melindre de cursi cobertura.

Y es precisamente hacia el final que la prosa recupera más sobriedad, cuando aparece más hermosa, sin embargo la trama se desinfla dejándonos con prometedoras puertas sin cerrar, y sin la vuelta de tuerca prometida.

Pero seamos justos, hay tramos que relucen de buen hacer, lo que compensa tan liviana arquitectura y desajustes varios: “Vagamente se preguntó por qué se le antojaba tan difícil la idea de poder dejar alguna vez la huella de sus propios pasos en un sitio. Por qué tenía una tibia sensación de ingravidez dentro de ese lujoso automóvil que olía a cuero de Rusia y a cigarrillos egipcios…era como flotar, liviano, en el interior de una burbuja, sin hacerse preguntas de ningún tipo...”. Asímismo resulta de interés el flirteo y amour fou de la autora con la pintura, con autores del renacimiento italiano, pero hasta esto me parece contener un tono facilón, bucólico, el interés por la obra de Sandro Botticelli.

No deja de haber alusiones a las travestidas transiciones políticas, tanto la española como la francesa, aunque en general las reflexiones del libro pierden intensidad entre frases de tramos tan largos. Algo que se le da muy bien a Javier Marías, de admirable capacidad para construir un discurso reflexivo a través de sus interminables frases, sin abrumar el relato.

El mundo editorial despliega demasiadas negativas a autores noveles de extraordinario talento con la excusa de las ventas, y se decanta cada vez más por trabajos con ausencia de complejidad. Esto es lo que crea el acomodamiento de los lectores y del debate literario.

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