Julio Castro – La República Cultural
Creo que un delito de perversión de menores no debiera prescribir nunca, como no debieran hacerlo los asesinatos, o como no lo hacen los crímenes contra la humanidad.
Creo que hay que ser cerdo para tener una mente tan sucia como la de Sánchez Dragó, no sólo por esto, sino por la forma que tiene habitualmente de manipular la realidad tal como está haciendo en este momento con su confeso crimen, en el que afirma haberse “trajinado” por turnos a unas niñas de 13 años en Tokio hace cuatro décadas.
Está claro que este indeseable incluye en sus historias semejante aberración a fin de vender más ejemplares de su infumable basura, pero es que me da igual que, como ahora rectifica, sea mentira y lo que daba por cierto antes, resulte estar “literaturizado”, porque, si bien para nuestra legislación (o para la japonesa), puede estar prescrito ese crimen, lo que me pregunto es si el hacer apología incitando a hacer otro tanto de lo mismo hoy día, no es también constitutivo de delito.
Creo que alguien debiera planteárselo seriamente, porque de lo contrario la consecuencia puede ser más grave de lo que se piensa, y con el tiempo descubriremos que algo peor que aquello puede ocurrir de forma cotidiana. Las leyes básicas de una sociedad no se establecen de común acuerdo para que el primer indeseable que llegue se chotee de todos y de todas, sino para que el Estado, que es quien tiene la responsabilidad, las haga cumplir. En este, como en otros casos.