Julio Castro – La República Cultural
Hay veces en que la memoria consiste en no permitir que otros te la escriban en el cerebro. Pero ocurre que la Memoria Histórica es colectiva y ajena, no es propiedad de nadie, y eso significa que su existencia depende de lo que otros quieran escribir para ti. Así son los abuelos y, sobre todo, las abuelas, como recogerá Alba Valldaura en cada una de sus funciones de Iaia. La actriz y directora ha querido hacer un texto en el que la abuela no está presente, sino que “es”, y ella es su abuela. Capaz de transformarse a sí misma en la mujer que la antecedió dos generaciones, hace más que homenajearla, porque a través de su personaje vital recorre vivencias colectivas y formas de ser de una generación que tienen en común la construcción de una democracia, su destrucción y la larga dictadura que las ataría a sufrir durante décadas enfrentando su lucha diaria a la represión.
Lo que comienza con una anciana que parece inútil y acabada, con “Que volen aquesta gent / que truquen de matinada”, o “A la huelga compañero, no vayas a trabajar”, acabará por levantar de su asiento a Mercedes Cajo, la protagonista, mujer de Pep Valldaura, que en un trayecto lleno de intervalos y flashbacks para encontrarse con su memoria, la que es colectiva, o para encontrarse con su nieta, en su relato más íntimo y personal, apenas viste lo que es, de la misma manera que su escenario es acorde con esa ausencia de riqueza de lo material, que se limita a una chaqueta, una sábana, una butaca y una mesa donde comer… y sus cartas.
No es una mujer sin criterio, sino el fruto del cruce entre Aragón y Catalunya, que homenajea también a otras mujeres como Dolores Ibarruri, o desciende su relato hasta identificarse con Scarlett O’hara, como un guiño que grita que hay otras maneras de decir las cosas, y mil formas de haber luchado, pero siempre es una misma la de sufrir la guerra y el hambre. Pero de la misma forma, a través de Machado nos acerca al “españolito que viene”.
Alba no decae en el pasado fugaz, como tampoco está dispuesta a renunciar a la memoria colectiva, como han tratado de hacer en nuestro país, intentando enterrar en vida a nuestras familias, a nuestr@s amig@s: “Al pasado se le tiene que pasar página, pero primero se le tiene que leer”.
Nada de lo que avergonzarse, sino al contrario, una historia común, unas ideas de libertad, y diversos idiomas, que permiten que su protagonista se suelte en ocasiones parrafadas en catalán, sin mermar interés o intensidad del público que ya se ha enganchado a esta mujer desde el minuto cero.
En un momento de tierno desgarro en la memoria, Iaia Mercedes, se desborda con un fragmento de poesía viva, que crea unas increíbles figuras en nuestra imaginación, bombardeada a velocidad de vértigo, mientras abre la mente a una libertad mayor, y “…las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética…”.
La Iaia de Alba es la Iaia de tod@s, la que sufrió, la que pudo luchar, la que quiso contarlo, pero también la que no pudo hacerlo o murió en el terror de quienes tienen una enorme goma de borrar en los rediles de la represión.
“El Pep me sacaba a bailar a l’envelat”, dice, y aquí, lo que acaba por reunir al trío de mujeres, que son los personajes de esta historia, es la música, que lo dice todo, casi como ellas.